Esto lo decía el Doctor Berna. El "doctor Berna" no era doctor, y además tampoco se llamaba Berna. Sin embargo era un tipo muy curioso que conocí hace muchos años (y no en una galaxia muy lejana precisamente, aunque si se podría decir que era una “galaxia“).
Hace la tira de años, cuando mi abuelo pasaba a buscarme al colegio, solía hacer parada en un bar que hoy en día estaría catalogado en la guía Michelin como : "bar de carajilleros". De hecho mi própio abuelo contribuyó a mantener viva la leyenda. Tenía por allí a sus coleguitas con los que se echaba unas partidas al dominó o a la cartas para amenizar las horas libres que tenía, y de paso rememorar las “batallitas“ de cada uno. Nunca mejor dicho, porque el que y más y el que menos, en el funesto año 1936 ya tenía edad para aguantar un fusil. Uno de los parroquianos habituales era el "Doctor Berna". Yo, tengo grabada su imagen en mi memoria sentado en un taburete, acodado en la barra del bar, normalmente en la esquina, inclinado hacia delante, con un vasito de un inidentificable (entonces no existía el C.S.I.) líquido color turbio, casi siempre vacío o medio lleno (según se mire), y un cigarro a medio acabar en la mano (o a medio encender según se mire). Tenía la cara más bien chupada, barba de tres días, los ojos enrojecidos y vidriosa, del humo y otros vapores que se destilaban por allí. Siembre estaba situado estratégicamente en el bar. Si miraba a su izquierda controlaba quien entraba al bar; si miraba a su derecha controlaba las mesas donde se solía realizar la timba de los jubilados; si miraba al frente y ladeaba un poco su cabeza, veia a través del espejo lo que sucedia a su espalda;Y, naturalmente, el que tenía totalmente controlado era al barman. Todo un estratega. En semanjante posición dominaba totalmente el local y a pesar que a veces no parecía estar presente no se le escapaba nada, y aunque la mayor parte del tiempo permanecía allí en silencio, no dudaba en aportar su granito de arena en cualquier conversación que le interesara. Cuando te hablaba acostumbraba a mirar fijamente a los ojos, y si le mirabas parecía que te estaba hablando desde muy lejos, con esa mirada que sólo se puede adquirir con la experiencia. Tenía esa mirada indescifrable (sobretodo para un niño de 5 años) que no sabías si te estaba leyendo la mente o estaba pensando en tomarse otro sol y sombra. Como decían que tenía un "ojo clínico", le empezaron a llamar "Doctor", y cuando, en aquellos años se hizo mediáticamente famoso el doctor Christian Barnard, lo rebautizaron con el castizo "Doctor Berna".
Una tarde de aquéllas en que pasaba por aquel bar (hoy habría que ser muy generoso para llamar a aquel sitio “bar“ y no digamos nada de „“cafetería“), mientras los parroquianos, entre los que se encontraba mi abuelo, amenizaban un subastado, se entablo una discusión sobre a quien me parecía más si a la familia de mi padre o a la de mi madre, y mientras la conversación pasó de la anatomía (que la boca es de tal, las orejas de cual....) hacia lo ético-filosófico (, el "doctor Berna" se giró lentamente su cabeza, me miró fijamente al mismo tiempo que le daba una calada a su cigarro, y aprovechando un pequeño descanso en el debate sentenció: "lo que es menester es que no tenga el gen de Caín....ya hay bastantes joputas sueltos". Los parroquianos, en silencio asintieron vehementemente, y la conversación se fue derivando hacia "joputas" conocidos". . .
Yo entonces no sabía quien era el tal Caín. Creo que fue la primera vez que recuerdo haber escuchado su nombre. Es curisoso que aunque he conocido gente que tenía como nombre Abel, no he conocido a ningún Caín. Lo cual no es una buena señal. Sin embargo, aquella breve escena vivida en el bar se me quedó grabada en mi mente, y de vez en cuando la he ido rememorando.
Sobretodo cada vez que aparecía el nombre de Caín. En clase de religión me enteré que tenia un hermano, llamado Abel, al que le dio matarile por un "quítame de aquí estas pajas". Más tarde, estudiando a la generación del 98, se hablaba mucho del tal Caín, y sobretodo del cainismo como una de las características de esta Espana nuestra Como escribió nuestro entrañable Machado: Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta//no fue por estos campos el bíblico jardín//son tierras para el águila, un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín. Luego fue la peculiar versión de la historia que nos ofrecieron los Baron Rojo ("Hijos de Caín"), que nos recordaban que todos éramos hijos de Caín.
Lo cierto es que mirando con perspectiva me he encontrado a lo largo de mi vida con muchos Caín. Solo que en aquél momento no les llamaba así (más bien les llamaba de todo menos bonitos). Pero pensando detenidamente en las palabras del "Doctor Berna", la verdad es que tenía razón con eso de los genes, porque no acabo de entender qué nos empuja a putear al prójimo siempre que tiene ocasión. Lo he visto en el cole, en el insti, en la uni, en los trabajos en los que estado, lo he vivido en mis carnes, me lo han contado mis amigos....... Parece que el apuñalarnos (por la espalda o no) va dentro de nuestro código genético. Y la verdad es que es algo que no conseguido entender nunca. Quizás sea mejor pensar que lo llevamos ya dentro y que no podemos evitar ser como somos. Porque si esa explicación falla, la alternativa es que nos volvemos así por las buenas. De modo que llegamos a la pregunta del millón: El Cáin (o más conocido en nuestras tierras simplemente como "Hijo de Puta") nace o se hace??
Una pregunta de difícil respuesta, quizás sea mejor dejar de hacernos preguntas y plantearnos alguna respuesta, porque lo cierto es que cada día veo a más "hijoputa" suelto, y habría que buscar una solución.
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